jueves, 25 de abril de 2013

Los nombres propios

Para saber qué nombres fueron más comunes desde sus orígenes  se ha tenido que consultar inscripciones tanto funerarias como las escritas en las paredes en ciudades como Pompeya o documentos notariales.

Hasta finales de la Edad Media la onomástica hispánica se nutre de las siguientes fuentes:
I.Nombres romanos
Heredados de la larga estancia de éstos en la Península, muchos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Los supervivientes son principalmente los correspondientes a personajes célebres en lo político y que tuvieron mayor influencia favorable en el cristianismo, como César, Augusto, Julio
El mundo romano también habilitó como nombres adjetivos o sustantivos como Victoria o Fortunio.
II. Constructos griegos y latinos
Son combinaciones de palabras que aluden virtudes y valores humanos o divinos, como son Teodoro (don de Dios), Facundo (el elocuente) o Eugenio (aquel que es de buen origen, bien nacido). Estos resistieron porque el cristianismo los acogió ya que promulgaban los valores que defendían.
III. Nombres de origen germánico
Durante la Alta Edad Media fueron los más abundantes hasta casi su desaparición  a lo largo de los siglos XI y XII debido a la preferencia de nombres cristianos. Algunos de esos nombres eran: Wifredo, Bunilda o Froila.
IV. Procedentes del cristianismo
Tolera una buena parte de los anteriores pero tiene como suyos propios a los personajes de la Biblia y los abstractos que representan conceptos religiosos como Gloria, Esperanza, Trinidad
V. Los ‘’populares’’
Obedecen a diversas circunstancias de lugar de procedencia, oficio, mote, familia…a los que el lenguaje del pueblo aplicó su peculiar vocabulario, generalmente latino romance. Algunos de ellos son: Rodrigo, Alfonso, Maruricio
VI. Los musulmanes
Pese a la larga estancia de éstos en la Península, apenas ha dejado restos porque el cristianismo los adoptó. Algo parecido les pasó a los judíos. Los nombres que aun se conservan son: Jacob (Jacobo), Abdela (Adela)…


miércoles, 24 de abril de 2013

Una cosa llevó a la otra.

Podemos observar motivos etimológicos de distintos tipos; unos, basados en onomatopeyas; otros, en la forma externa de algunos objetos; otros, sin embargo en asociaciones de ideas que terminan en cambios fonéticos; y también basados en la mitología. Vamos a ver algunos ejemplos.
 
Se cree que la palabra fuego puede tener su origen en el sonido de la labiodental “f” por ser el ruido que se hace al soplar para avivar o apagar una llama. Claro que esto entra más en lo legendario que en lo científico. El ruido que produce un animal pudiera ser también un indicio para buscar la proveniencia de su nombre. La palabra “tórtola” en latín es “turtur”, la verdad es que recuerda un poco al ruido que emiten estas aves.

En lo que se refiere a la forma de algunas cosas podemos poner como ejemplo a las lentejas, que por su forma circular y convexa se asemejan a pequeñas lentes, el diminutivo en latín es lentícula. También por su aspecto exterior, o mejor dicho por el color, se le puso nombre a una fruta que por la textura cerúlea de su piel llamamos ciruela.

La palabra línea procede del hilo de lino con el que trazaban los constructores delineaciones rectas cuando lo manchaban con tintes en polvo como el añil. Así sus obras quedaban perfectas y no descompuestas. Para que una buena ensalada no quede descompuesta o imperfecta hay que alinearla. Si probáis a pronunciar alinearla con rapidez veréis como casi sale aliñarla. Curiosa le relación entre enderezar y aderezar, cuando terminéis de decir alinearla a toda leche pensad en esto.


En lo que se refiere a la mitología, como futuros filólogos que sois, o sea, especialistas en hermenéutica, os gustará saber que este término procede de los mensajes cifrados que los espartanos enviaban y que había que resolver en el destino, y como el dios Hermes es el patrón de los mensajeros ya tenemos una pista.

Propequé?

Últimamente, al menos en mi caso, estamos oyendo un término en las clases de literatura del siglo XVI que si bien contextualizando se puede llegar a intuir su significado, por curiosidad y para saber mejor su exacto significado, he decidido buscar.
La palabra en cuestión es “propedéutica”. Seguro que recuerdan habérsela escuchado al profesor: -“esto es por una cuestión puramente propedéutica”-.Esta palabra, que de momento me resisto a escribir de nuevo, proviene del griego πρoπαιδευτικός (propaideutikós).

El prefijo pro-, como ya sabréis indica antes de o delante de. La parte más nuclear de la palabra paidos significa  hijo o niño, y parece que está relacionada con su educación. Y por último el  sufijo –ikos, que se utiliza en el griego para la formación de sustantivos.
Por tanto este término culto, que me sigo resistiendo a escribir una vez más, vendría a significar o a referenciar, la enseñanza que se ofrece previamente y que es necesaria para afrontar una serie de conocimientos más avanzados después, en alguna disciplina.
En el diccionario de sinónimos tenemos acepciones como: iniciación o instrucción. En el DRAE nos viene la siguiente definición:

1.  f. Enseñanza preparatoria para el estudio de una disciplina.   

En cuanto a la palabra “disciplina “, he podido encontrar que su origen procede del verbo latino “scire”, que indica saber. De ahí “discere”, que significa aprender, y “plenae” (plenus,-a,-um), que viene a ser completa o plenamente. Así que podríamos afirmar que quiere decir saber o aprender la totalidad de conocimiento sobre alguna materia.   Esta última palabra la encontré en "Etimologías" de San Isidoro. "Bicheando" por el libro, una muy buena edición bilingüe de la editorial Gredos, vi que tiene un capítulo sobre el origen de las lenguas que intentaré resumir aquí. Pero hoy no...mañaaana.


miércoles, 17 de abril de 2013

¡Murciégalo?

A veces, tanto en broma como en serio, hemos oído a alguien decir la palabra  murciégalo”. Esto nos produce cierta cacofonía simpática que nos puede resultar graciosa, pero en realidad la palabra originariamente se pronunciaba así, en serio.



La etimología de dicha palabra es la siguiente:
-Mus, muris= ratón.
-caecus –a –um= ciego.>caeculus.
En castellano antiguo>mur ciego>murciégalo.
Estas cosas sin preguntar no se saben, a menos que alguien nos la cuente. Si se quedan por contar, pues no se saben. Por eso preguntar proviene de per contare.


                              

Morfología prelatina.

Ahora que estamos dando en clase la formación de palabras, he buscado para el blog de etimología algo al respecto y, gracias al maestro R. Lapesa he podido encontrar algunos que son prerromanos y que se integraron al latín vulgar por su frecuencia de uso.
  
Del céltico –aiko, -aecu, ha llegado hasta nuestro español; –iego, sufijo derivativo con el que formamos palabras como: mujeriego, palaciego o solariego.
El plural, en el céltico, se formaba con el sufijo –os y esto contribuyó a que se fijara como única declinación y paulatinamente se impusiera a las declinaciones –i, -is y –orum.
Del vasco se da el sufijo –arra que denota procedencia o pertenencia; txatarra>chatarra= residuos e impurezas que provienen del metal, etarra= perteneciente a E.T.A. Pizarra y zamarra también provienen del vasco.
  
Otras palabras cuyo origen no es latino son por ejemplo:
-Camisia= vestido celta> camisa. (El DRAE lo considera del bajo latín).
-Cerevesia= bebida típica de los Galos> cerveza.
Según Varrón, la palabra carrus también es de origen hispano, aunque el diccionario Spes de Vox lo recoge y traduce como vehículo, del español al latín registra plaustrum -i y raeda –ae. De tal sustantivo se construyó un verbo que fue carricare=poner en el carro, y de ahí nuestro cargar.


domingo, 7 de abril de 2013

¿Error o evolución?

De pequeña cuando aprendí a escribir siempre me pregunté de quién fue la genial idea de ponerle una ''p'' a sicología'', ¡pero si no suena! Hace unos años la RAE decidió que psicología, esa palabra que siempre escribí mal, se aceptaba sin la ''p'' inicial que me corregían en todos los dictados que hacía. Fue entonces cuando me decidí a investigar sobre el asunto.

Etimológicamente ''psicología'' proviene del griego clásico ψυχή (alma, actividad mental) y λογία (estudio). Por otro lado en griego ''sycon'' significa ''higo'', por tanto cuando escribimos ''sicología'' estamos hablando del ‘’estudio de los higos’’ desde el punto de vista etimológico, no malpiensen.  

Por tanto voy a lanzar una pregunta y espero que la meditéis: Si hablamos español es porque ha habido influencia del latín, el griego y otras lenguas, por lo tanto ¿debemos respetar la etimología de las palabras o por el contrario someterlas a la comodidad de quienes la utilizan? ¿Es por tanto esto una evolución en el lenguaje o una forma de ''vulgarizarlo''?