miércoles, 24 de abril de 2013

Una cosa llevó a la otra.

Podemos observar motivos etimológicos de distintos tipos; unos, basados en onomatopeyas; otros, en la forma externa de algunos objetos; otros, sin embargo en asociaciones de ideas que terminan en cambios fonéticos; y también basados en la mitología. Vamos a ver algunos ejemplos.
 
Se cree que la palabra fuego puede tener su origen en el sonido de la labiodental “f” por ser el ruido que se hace al soplar para avivar o apagar una llama. Claro que esto entra más en lo legendario que en lo científico. El ruido que produce un animal pudiera ser también un indicio para buscar la proveniencia de su nombre. La palabra “tórtola” en latín es “turtur”, la verdad es que recuerda un poco al ruido que emiten estas aves.

En lo que se refiere a la forma de algunas cosas podemos poner como ejemplo a las lentejas, que por su forma circular y convexa se asemejan a pequeñas lentes, el diminutivo en latín es lentícula. También por su aspecto exterior, o mejor dicho por el color, se le puso nombre a una fruta que por la textura cerúlea de su piel llamamos ciruela.

La palabra línea procede del hilo de lino con el que trazaban los constructores delineaciones rectas cuando lo manchaban con tintes en polvo como el añil. Así sus obras quedaban perfectas y no descompuestas. Para que una buena ensalada no quede descompuesta o imperfecta hay que alinearla. Si probáis a pronunciar alinearla con rapidez veréis como casi sale aliñarla. Curiosa le relación entre enderezar y aderezar, cuando terminéis de decir alinearla a toda leche pensad en esto.


En lo que se refiere a la mitología, como futuros filólogos que sois, o sea, especialistas en hermenéutica, os gustará saber que este término procede de los mensajes cifrados que los espartanos enviaban y que había que resolver en el destino, y como el dios Hermes es el patrón de los mensajeros ya tenemos una pista.

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